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The Black Keys: Rock salvaje a la mínima expresión

Posted in Conciertos, Efe Eme, The Black Keys with tags , , , on 29/11/2012 by Héctor Sánchez

Uno de los grupos más esperados en nuestro país por fin saldó su deuda anoche en el Palacio de los Deportes de la Comunidad de Madrid. En su único concierto en España, The Black Keys presentaron su último trabajo, El camino (2011). El dúo demostró que les basta una guitarra y una batería para sacar nuestros instintos primarios con un sonido crudo que sabe al rock, al blues y al garaje de unas décadas atrás.

Dan Auerbach, la mitad de The Black Keys

Antes de que se enciendan los focos y de que se conecten los altavoces, se aprecia algo distinto en el escenario del Palacio de los Deportes de la Comunidad de Madrid. A diferencia de cualquier otro concierto de rock, donde la batería se pierde al horizonte, en esta ocasión, este instrumento relegado a salir de fondo en las fotografías luce en primer plano como un rey en su trono. Esta es la firma de The Black Keys, el grupo del momento. Un dúo que no necesita más que una batería y una guitarra para demostrar que su música es una digna heredera del sonido de Cream, Jimi Hendrix o Led Zeppelin y un formato que recuerda a The White Stripes. Con semejantes referentes, uno ya sabe lo que se va a encontrar en directo no puede decepcionar.

The Black Keys han crecido como la espuma. En sólo diez años de existencia, al vocalista y guitarrista Dan Auerbach y al batería Patrick Carney les ha dado tiempo a lanzar siete álbumes, e incluso a embarcarse en proyectos por separado. Un ritmo de publicación que ya les gustaría a muchos, con una calidad que también les gustaría a muchos. El dúo ha pasado de actuar en pequeños locales a agotar las entradas de grandes recintos, como sucedió con el concierto del Palacio de los Deportes, su única actuación en España y un broche perfecto para la celebración del 30º aniversario de Doctor Music. Auerbach, ataviado con una camisa de flecos, y Carney, con sus inseparables gafas, subieron al escenario para presentar su último trabajo, el excelente álbum El camino (2011), sin olvidar el disco que más proyección les dio, el premiado Brothers (2010). Estos dos álbumes llevaron el peso principal, y a partes iguales, en el desarrollo de espectáculo con una puesta en escena tan austera como eficaz. Aunque los focos apuntaban a los músicos, la pareja no estaba sola en el escenario. Un bajista, Gus Seyffert, y un teclista, John Wood, les acompañaban escondidos en la sombra.

«Howlin’ for you», y «Next girl», sirvieron para abrir boca ante la primera canción de la noche extraída del último disco, «Run right back», que el público recibió con palmas. Aunque se echó en falta la flauta a lo Jethro Tull en la blusera «Same old thing», la pareja no podía dejar de lado este tema de su quinto disco, Attack & Release (2008). Con «Dead and gone», The Black Keys ya se habían metido en el bolsillo a una audiencia que coreaba la letra y con «Gold on the ceiling» la pista del Palacio de los Deportes parecía una alfombra de brazos en alto apuntando a los músicos.

A continuación, el bajista y el teclista abandonaron sus puestos para dejar intimidad a Auerbach y Carney. Ahora sí, sólo había dos músicos en el escenario frente al lleno total del recinto. En soledad, la pareja recuperó tres canciones de sus primeros trabajos: «Thickfreakness», del disco homónimo de 2003, «Girl is on my mind», de Rubber Factory (2004) y la muy aclamada «Your touch», de Magic Potion (2006). Durante estos tres temas, The Black Keys ofrecieron un espectáculo de rock crudo con sus dos únicos instrumentos, como si recordaran cómo comenzaron su carrera encerrados en un garaje en soledad. Un ejemplo de rock a la mínima expresión. En poco más de media hora casi habían tocado la mitad de su repertorio.

Las luces se apagaron y un foco apuntó directamente a Dan Auerbach armado con su guitarra acústica. Comenzó «Little black submarines», un tema cuya comparación con «Stairway to heaven» es inevitable. Se abrió otra luz. Detrás de Patrick Carney vuelven a estar el bajista y el teclista. El público se encontraba extasiado. En el momento en el que la canción estaba a punto de subir, el escenario quedó a oscuras y en silencio. ¿Qué iba a suceder? ¿No iban a terminar este tema? No podían dejar la canción a medias. Los músicos retomaron la canción de forma explosiva, convirtiéndolo en el momento más intenso de la noche. Al acabar, el público lo celebró con el odioso «oe, oe» como si ya hubiera terminado el concierto.

Pero esto aún no ha terminado. «Money maker», «Strange times» y sobre todo, «Nova baby», animaron la noche mientras «Sinister kid», fue el momento más flojo. «Ten cent pistol» fue la única oportunidad que tuvieron el bajista y el teclista de llamar la atención. Después de hacer un número parecido al de «Little black submarines», con la oscuridad y silencio llegó  «She’s long gone», que precedió a dos de los temas más esperados con los que cerraron su actuación. El público no pudo evitar silbar con «Tighten up» y, por supuesto, no pudo parar de bailar con la siguiente: «¿Podéis ayudarnos con ésta?», preguntó el cantante y guitarrista. Entonces el público enloqueció con la pegadiza, «Lonely boy», la canción que se ha convertido en el clásico inmediato del grupo. Sin duda, éste fue otro de los grandes momentos de la noche.

Después de hacerse un poco de rogar, los músicos regresaron al escenario para tocar un par de temas más. Dos bolas de espejos gigantes iluminaron el recinto y lo convirtieron en una noche estrellada de luces blancas, amarillas y azules mientras Auerbach hacía un falsete con «Everlasting light», una canción con reminiscencias de T. Rex. El punto y final lo puso «I got mine». El vocalista se despidió diciendo a los asistentes que regresaran a casa con cuidado para volver a verles la próxima vez. Durante toda la noche, Dan Auerbach no paró de agradecer los aplausos del público.

The Black Keys resultan una pareja peculiar pero juntos forman una combinación perfecta. La unión de la voz de Dan Auerbach, el sonido distorsionado de la guitarra y la fuerza de la batería de Patrick Carney, que tiene pinta de empollón pero que toca con la euforia de un hombre de las cavernas que acaba de descubrir la percusión, crean un rock crudo, con un sonido sucio, troglodita, un rock que hace sudar. La actuación sólo duró una hora y media. ¡Pero qué hora y media! El concierto de The Black Keys ha sido como un buen café, corto pero intenso. De los que dejan buen sabor de boca. De los que dejan ganas de más.

Nos veremos en La Cara Oculta del Rock…

Texto publicado en Efe Eme.

Leonard Cohen: Placeres divinos

Posted in Conciertos, Efe Eme, Leonard Cohen with tags , , , on 27/11/2012 by Héctor Sánchez

Llevo bastante tiempo sin actualizar. Voy a aprovechar para recordar el último concierto de Leonard Cohen que ofreció en Madrid el mes pasado.

El pasado 5 de octubre, el Palacio de los Deportes de la Comunidad de Madrid se puso en pie para recibir al Premio Príncipe de Asturias de las Letras de 2011. Leonard Cohen presentó su último trabajo Old ideas(2012), su primer álbum de estudio después de ocho años, y  durante casi cuatro horas dio una lección de elegancia. Nadie puede hacerlo mejor.

Leonard Cohen se arrodilla ante Javier Mas

Aleluya. Un acto mezquino puede crear algo bello. En el año 2005, la situación económica de Leonard Cohen pendía de un hilo: Kelley Lynch, su representante, y con quien había tenido una relación, le había estafado y robado sus ahorros mientras el cantante se encontraba de retiro espiritual. Para poder sanear sus cuentas, el cantautor canadiense volvió a salir de gira en 2009 y lanzó dos discos en directo, Live in London (2009) y Songs from the road. Estos dos trabajos no incluyeron ninguna canción nueva. La espera para poder escuchar un álbum nuevo de estudio concluyó a principios de 2012 con Old ideas. El hecho de que su nuevo disco tenga ese título parece ser un guiño que Cohen se ha lanzado mirándose al espejo. Las máximas de las composiciones del canadiense son atemporales y, como buen judío mediático, no puede dejar de lado temas como las relaciones, el sexo, la religión y la fe.

El pasado 5 de octubre, el Palacio de los Deportes de la Comunidad de Madrid extendió una enorme alfombra sobre su escenario para que Leonard Cohen presentara sus nuevas viejas ideas. El cantante se hizo de rogar después de veinte minutos de retraso. Cohen apareció en el escenario corriendo. Sobre la alfombra, le acompañaron un grupo de brillantes músicos de lo más cosmopolita: países como Estados Unidos, México, Moldavia y España, de la mano de Javier Mas, estaban representados sobre el escenario. «Dance to me to the end of love» abre el espectáculo y el maestro comienza arrodillado. No será la última vez que lo haga: a sus 78 años, el cantautor pasó gran parte de su actuación arrodillándose, como si estuviera rezando para que pudiéramos escuchar sus plegarias.

Después de la primera canción, Leonard Cohen hace una declaración de intenciones: «No sé cuándo nos volveremos a ver, pero seguro que esta noche les daremos todo lo que tenemos». Le sigue «The future», cuyo mensaje sigue siendo tan actual como el primer día. Con «Bird on the wire» recibió la primera de las muchas ovaciones de la noche y con «Everybody knows» el público le acompañó con las palmas.

Una de las primeras sorpresas de la noche no vino de la mano el canadiense, sino de los portentosos dedos del virtuoso Javier Mas, que tocó un solo de los que erizan el vello de la nuca para introducir «Who by fire». No todos los aplausos fueron para Leonard Cohen. En determinados momentos de la noche, Cohen es capaz de ocultarse de los focos y dejar que brillen con luz propia los músicos que le acompañan. ¿Y qué decir de sus coristas? El trío formado por las dos hermanas Webb, quienes demostraron sus dotes acrobáticas, y Sharon Robinson crea un contraste delicioso frente a la voz grave y profunda del maestro; «Come healing», fue un ejemplo de ello. Pero músico también dejó volar solas a sus mujeres. «The gypsy’s wife» corrió a cargo de Charlie y Hattie Webb mientras él, como si se tratara de un padre orgulloso viendo la actuación de sus hijos, movía los labios recordando las letras mientras las observaba desde la sombra. Las hermanas volverían a demostrar su talento en solitario tocando la guitarra y el arpa en «Coming back to you» después de que Cohen recitara al principio del tema. Vuelve a recitar con «Alexandra leaving» pero esta vez es Sharon Robinson, su habitual compañera musical, la que lleva la voz cantante.

Pero no nos vayamos del tema. Como no podía ser de otra manera, el protagonismo recayó en el genio de Leonard Cohen y su voz vibrante. Una voz que sale de lo más profundo de su ser. Más que cantar, lo que el poeta hace es hablar al micrófono como si te susurrara al oído. Te seduce. Cuando Cohen interpreta «Suzanne» o «So long, Marianne» lo hace como si sus respectivas musas, Suzanne Verdal o Marianne Jensen, estuvieran frente a él en ese momento. Es hipnótico. Pero su voz cavernosa no es el único instrumento que el músico utiliza en el espectáculo. Leonard Cohen echa mano de la guitarra en varias ocasiones, el teclado para «Tower of song» e incluso el arpa de boca para «Democracy» mientras simula desfilar.

De su nuevo trabajo, el canadiense extrajo cuatro canciones: la blusera «Darkness», «Amen», «Going home» y, la citada anteriormente, «Come healing». Pero los mayores aplausos vinieron con temas clásicos como «Sisters of mercy», «Hey, that’s no way to say goodbye» y su versión de «The partisan». Leonard Cohen se guardó tres platos fuertes con los que finalizar su número antes de los bises: primero tocó «I’m your man», después, con su majestuoso himno «Hallelujah», todo el público ya estaba en pie y con su peculiar homenaje a Lorca, «Take this waltz» resultaba imposible no sentir cosquillas en el estómago. Cuando Cohen volvió para los bises, el público que se encontraba en la pista del Palacio había abandonado sus asientos para estar más cerca del músico. La parte más movida de la noche llegó con «First we take Manhattan»; no se nos podía olvidar que era un concierto y también había que moverse. La noche se cerró con «Famous blue raincoat», «Closing time», «I tried to leave you», que fue el colofón ya que cada músico hizo un solo con su instrumento, y su versión del tema de los Drifters, «Save the last dance for me». Después de un concierto estructurado en dos bloques con un intermedio de veinte minutos, porque los genios también merecen descansar, después de tres grupos de bises, después de casi cuatro horas, Leonard Cohen y los suyos han cumplido su palabra: han dado todo lo que tenían.

Cohen se ha arrodillado, ha presentado a sus músicos tres veces, ha hecho reverencias al público, se ha quitado su sombrero y lo ha puesto sobre su corazón como señal de respeto, ha saltado como un duendecillo entre las diferentes partes de la actuación y ha recogido las cartas y los ramos de flores que sus fieles le han dejado sobre el escenario. Cohen hace que la música sea trascendental. Su concierto no sólo es un placer divino para los oídos, sino que es un concierto que se siente con las entrañas. Transmite paz y serenidad. Hace que uno se sienta bien consigo mismo. Existen muchas razones para no creer en Dios, pero una actuación como la de anoche, hace que uno se lo replantee. De aquel acto mezquino, se creó algo bello. Amén.

Nos veremos en La Cara Oculta del Rock.

Texto publicado en Efe Eme.

La noche en que los Beach Boys convirtieron Gredos en California

Posted in Conciertos, Efe Eme, The Beach Boys with tags , , , on 22/07/2012 by Héctor Sánchez

Los Beach Boys están de celebración. Para conmemorar su 50º aniversario, los miembros fundadores han hecho las paces, han publicado un nuevo trabajo, That’s why God made the radio (2012), y se han lanzado a la carretera para recordar todos sus grandes éxitos. Aunque Hoyos del Espino dista mucho de las playas californianas, Brian Wilson, Mike Love, Al Jardine, Bruce Johnston y David Marks han comenzado su gira europea con su actuación dentro del festival Músicos en la naturaleza. En Gredos no hay olas, pero como si las hubiera.

Cartel del festival

Las camisas hawaianas inundaron ayer la sierra de Gredos, y no era para menos. Fans de diferentes generaciones se reunieron en Hoyos del Espino para un acontecimiento que hacía años que no ocurría. Brian Wilson, Mike Love, Al Jardine, Bruce Johnston y David Marks, los miembros supervivientes de los Beach Boys, dejaban al margen rencillas y problemas legales para celebrar los 50 años de su carrera. Ha pasado medio siglo desde que Wilson, junto a sus hermanos Dennis y Carl, su primo Love y su colega Jardine fundaran el grupo estadounidense capaz de hacer sombra a los mismísimos Beatles. En todo este tiempo la banda ha sufrido una historia tortuosa con diferentes alineaciones, la depresión, la paranoia y la esquizofrenia de Brian Wilson, las pérdidas de Dennis, ahogado en su querido océano Pacífico en 1983, y de Carl, víctima de cáncer de pulmón; pero a su vez han regalado joyas en forma de canciones de pop capaz de transportarnos a la playa en un cerrar de ojos o el fascinante sonido del ambicioso álbum Pet sounds (1966), para demostrar no sólo eran un grupo loco por los coches, las chicas y el surf.

La primera canción de la noche fue toda una declaración de intenciones, «Do it again». Los Beach Boys lo volvían a hacer, volvían a estar juntos y tocaron una recopilación de grandes éxitos sin dar tregua y sin apenas hacer descanso entre canción y canción. En poco más de dos horas de concierto, la banda tocó 41 canciones en un repertorio que no decepcionaría a nadie. Como no podía ser de otra manera, no faltaron sus temas habituales como la automoción, con «Little Honda», «Little deuce coupe» o «409»; las olas y el surf, con «Catch a wave» o «Surfin’ safari»; y las chicas, con «Surfer gir» o «California girls». Resulta gracioso ver cómo un grupo de hombres de entre 60 y 70 años, con sus vidas ya hechas, cantan «When  I grow up (to be a man) ».

Además de sus composiciones propias, también se atrevieron con versiones de otros músicos y grupos como «Then I kissed her», el punto de vista masculino de «Then he kissed me», de The Crystals, «Come go with me», de The Del-Vikings, «Why do fools fall in love», de Frankie Lymon & The Teenagers, «Cotton fields», de Lead Belly, «California dreamin’», de The Mamas & the Papas, y «Rock & roll music», de Chuck Berry.

El mayor peso del concierto cayó sobre un Mike Love dicharachero con ganas de jugar con el público. El cantante bromeó diciendo que la selección española de Baloncesto no podría vencer a la de Estados Unidos en los Juegos Olímpicos y de paso presumió de su sobrino, Kevin Love, jugador en los Minnesota Timberwolves. Love se animó a chapurrear en español y se pasó la actuación señalando con los dedos como si estuviera contando de uno en uno a cada uno de los asistentes o a guiñar ojos a las féminas situadas en las primeras filas. A pesar de la continua atención del showman con su público, las mayores ovaciones se las llevó un Brian Wilson casi ausente, mirando al infinito, sentado en su piano blanco como si todo lo que había alrededor en ese momento no fuera con él; una muestra de lo poco que Wilson disfruta de las actuaciones en directo, de su pánico escénico y de los estragos de su pasado oscuro. No obstante, Brian llevó la voz cantante en «You’re so good to me», «Please let me wonder», «Sail on, sailor» y «Heroes and villains», tema perteneciente a Smile, aquel proyecto tan grande que fue abandonado y que finalmente salió al mercado en una caja el año pasado.

Pero no todo fueron Love y Wilson, Al Jardine también brilló como vocalista, David Marks despuntó con su guitarra y cantó «Getcha Back» y Bruce Johnston, el único que lució la mítica camisa de rayas, intentó atraer un poco la atención para no pasar tan desapercibido desde su teclado. Al fondo, detrás de la primera línea, los Beach Boys contaron con un maravilloso acompañamiento de músicos geniales que tenían las mismas ganas de pasarlo bien que el público. Entre ellos, Darian Sahanaja cantó la pegadiza «Darlin’».

Si hubo un momento especial en este concierto redondo, fue escuchar seguidos tres clásicos de Pet sounds: «God only knows», «Sloop John B» y «Wouldn’t it be nice». Con canciones como estas no se puede pedir más. Escuchar «God only knows» de la boca de un Brian Wilson que inspira admiración y compasión a partes iguales bien merece soltar alguna lágrima. Poder disfrutar del reencuentro de los músicos mientras tocan los tres temas principales de su disco más prestigioso no tiene precio. Es una experiencia que merece la pena ser vivida una vez en la vida, pero que difícilmente volverá a ocurrir. ¿Alguien da más? Sí. Los Beach Boys trajeron sus mejores vibraciones  con «Good vibrations» y el ambiente festivo de Hoyos del Espino creció aún más si cabe.

«Help me, Rhonda», la mencionada antes «Rock & Roll Music» y «Barbara Ann» hicieron que los asistentes siguieran sacudiendo el esqueleto hasta que los músicos se despidieron con la inevitable «Surfin’ U.S.A». La espera fue corta y no tardaron en salir. «Tenemos más cosas para vosotros», gritó Mike Love. «Kokomo» fue el primero de los bises y Love cantó una frase de la canción en español. «Do you wanna dance? » y «Fun, fun, fun» sirvieron de broche final. Un final redondo, ya que esa fue la sensación durante todo el concierto: querer bailar y tener ganas de divertirse. «Nos vemos pronto, quizá en Barcelona», propuso Mike Love haciendo referencia a su siguiente actuación en España.

A modo anecdótico, para celebrar su medio siglo de existencia, los Beach Boys también han grabado un nuevo álbum, That’s why God made the radio, del cual sólo tocaron su tema homónimo. Pero ofreciendo un repertorio como el que tenían, ¿quién necesita escuchar temas nuevos? Cualquier canción de los Beach Boys que se le pueda ocurrir a alguien, sonó durante el concierto. No había costa, no había olas, pero quien quisiera transportarse ayer a las playas de California, tendría que haber ido a Gredos.

Nos veremos en La Cara Oculta del Rock…

La noche más larga de Bruce Springsteen

Posted in Bruce Springsteen, Clarence Clemons, Conciertos, E Street Band, Efe Eme with tags , , , , on 18/06/2012 by Héctor Sánchez

A pesar de la ausencia de Clarence Clemons, Bruce Springsteen demuestra que la E Street Band sigue en plena forma ofreciendo un concierto de casi cuatro horas de duración. El Santiago Bernabéu se convirtió ayer en la última parada del Boss en nuestro país donde presentó su último trabajo Wrecking Ball (2012). Un concierto en el que hubo sorpresas como homenajes, dedicatorias especiales, viejas canciones que nunca habían sonado en directo e invitados especiales. Cuatro horas dan para mucho.

El Boss regaló cuatro horas de rock.

El concierto de anoche en Madrid será motivo de debate para los aficionados de Bruce Springsteen. ¿Fue su actuación en directo más larga? En el listado de los conciertos más extensos del Boss se encuentra una actuación que la E Street Band ofreció la Nochevieja de 1980 mientras presentaba The River, en la que los músicos tocaron 38 canciones en 3 horas y 45 minutos. El pasado 10 de junio, Milán entraba en el podio con 33 temas en 3 horas y 40 minutos de concierto. Ayer, en el estadio Santiago Bernabéu, “solo” sonaron 32 canciones. ¡Pero la banda se mantuvo en el escenario sin parar durante 3 horas y 48 minutos! Los músicos se hicieron de rogar y subieron al escenario con más de media hora de retraso. Pero la espera mereció la pena.

Esta gira planteaba una duda, ¿cómo sonaría en directo la E Street sin Clarence Clemons? Hoy se cumple un año exacto desde que el saxofonista abandonara para siempre la calle E. Para asumir el riesgo de sustituir al poderoso e icónico Clemons, la banda ha incorporado una magnífica sección de vientos, en la que destaca, y brilla con luz propia, el sobrino de Clarence, Jake Clemons. Bruce no había vuelto a tener una sección de viento desde la gira con la Seeger Sessions Band en 2006 y la E Street, desde el Tunnel of love express tour en 1988. A pesar de la baja de Clemons y de Danny Federici, fallecido en 2008, hacía tiempo que la E Street Band no reunía a tanta gente en el escenario. Y eso que la mujer de Springsteen, Patti Scialfa, tampoco estaba entre los músicos. «Patti está en casa con los niños», dijo Bruce.

El espectáculo comenzó con «Badlands», cuyo mensaje sigue siendo actual («El hombre pobre quiere ser rico, / el rico quiere ser rey /, y un rey no se siente satisfecho / hasta que lo controla todo»), seguida de la esperanzadora «No Surrender». Estas dos canciones definen la actitud de asumida por el Boss: un lado crítico y duro y otro optimista, en el que uno no debe olvidar la esperanza. «We Take of Our Own», «Wrecking Ball» y «Death to My Hometown» fueron los tres primeros temas que presentó de su último trabajo.  Otras canciones de este álbum fueron «Shackled and drawn» y «We are alive», tema con reminiscencias de Johnny Cash que interpretó con la imagen de la luna en las pantallas del escenario.

El primer momento emotivo de la noche vino de la mano de «My city of ruins», con este tema, Bruce no sólo presentó a los músicos, además hizo mención, aunque sin nombrarlos, a sus compañeros caídos. «¿Estáis echando de menos a alguien?», preguntó con un rostro emocionado. «Si vosotros estáis aquí y nosotros estamos aquí, entonces ellos también están aquí. Que escuchen vuestras voces». El Boss jugó a imitar a un predicador ante una multitud de 60.000 fieles, y continuó representando el papel con «Spirits in the night», además de darse un buen baño de masas.

Muchas veces, a Springsteen le gusta usar el escenario como si de una tarima política se tratara. «Jack of all trades» fue precedida de otro discurso de apoyo por parte del cantante: «En EE.UU. hemos vivido malos tiempos. Aquí también. Demasiada gente ha perdido su trabajo. Sé que aquí los tiempos son peores. Nuestro corazón está con vosotros. Queremos dedicar esta canción a todos los que están luchando en España». Si esta canción hubiera sido compuesta hace años, la pista y las gradas estarían iluminadas por mecheros, pero en lugar de pequeñas llamas, infinitas pantallas de móvil coreaban al ritmo de la música e iluminaban el estadio.

Otro detalle que tuvo el músico vino con «The River»: «Queremos dedicar esta canción a Nacho y a su familia». Nacho Hurtado era un joven de 20 años que tenía pensado acudir al concierto, pero que murió antes de cumplir su sueño ya que no pudo ganar la lucha contra el cáncer. «Estás en nuestras plegarias», fueron las palabras del cantante en recuerdo y homenaje al chico.

La noche contó con un par de sorpresas. Madrid parecía convertirse en la costa Nueva Jersey al recibir a un invitado especial, el músico y amigo Southside Johnny, quien cantó a dúo con Springsteen «Talk to Me», un tema compuesto por el Boss para su camarada que no sólo sirvió para demostrar el colegueo de los dos cantantes, sino también para sacar a relucir su lado más gamberro y bufonesco. La otra sorpresa fue «Spanish eyes», una canción recuperada en la caja especial de The Darkness on the Edge of Town que Bruce Springsteen todavía no había tocado en directo y que dedicó a «las mujeres bonitas de España». ¿En qué otro lugar podía estrenar Bruce está historia de amor y este tema tan esperado por los fans?

Otra novedad en esta gira es el solo de guitarra de «Because the Night», que ya no le corresponde a Nils Lofgren sino que se lo ha cedido al pirata Steve Van Zandt. El momento de lucimiento de Nils lo tuvo en «Youngstown», donde se puso a girar como una peonza como de costumbre mientras rasgaba las cuerdas de su guitarra. La espléndida «Be True» también resultó una sorpresa junto a otros temas clásicos como «She Is the One» o «Working on the Highway» y los siempre bien recibidos por los fans como el descarte de Born in the U.S.A. «Murder Incorporated» o «My Love Will Not Let You Down». Puro rock.

Pero no todo fue rock. «El soul es esencial en el corazón del rock & roll», declaró Bruce y se atrevió con unas versiones de los clásicos «The Way You Do the Things You Do» de los Temptations y «634-5789» de Wilson Pickett, temas con los que disfrutó tanto como con sus propias composiciones. Y es que Bruce disfruta como el que más en sus conciertos. Se lo pasa en grande, ya sea poniéndose gafas, corbatas o cualquier objeto que le lance el público, como subiendo a un niño para que cante «Waitin’ on a Sunny Day», como subiendo chicas para que bailen «Dancing in the dark». Pero esta vez, con quien quería bailar la chica era Nils Lofgren, como indicaba en el cartel que llevaba. Los tiempos cambian y ahora, mientras las mujeres bailan con Nils, Bruce baila con niñas para meterse en el bolsillo a sus nuevos seguidores desde pequeños.

«The Rising» precedió a «Thunder Road» y Jake Clemons se atrevió con el solo de su tío, no sin antes señalar al cielo. Clarence puede sentirse orgulloso, su sobrino ha hecho un buen trabajo. Aunque esta vez tampoco supimos si Mary se subía al coche para escapar por la Carretera del Trueno, «Thunder Road» sonó increíble con toda la sección de viento en primera fila.

Pero esto no era todo. ¡Faltaría más! «Rocky Ground» fue el primero de los bises, un buen tema en el que el rap sigue desconcertando, y más si justo en ese momento se acopla el micro. «Born in the U.S.A.» hizo corear a todo el Santiago Bernabéu, hubiera sido más emocionante escuchar «Bobby Jean», pero por ver a Max Weinberg en acción mereció la pena. «Born to Run» tampoco falló. Ni «Hungry Heart», canción que dentro de poco sólo interpretará la E Street mientras Bruce ofrece el micrófono al público. Con «Seven Nights to Rock», el Boss tocó el piano con la cabeza y después de la citada «Dancing in the Dark», Bruce se hace el agotado y se tumba fingiendo cansancio hasta que su colega Little Steven le escurre una esponja en su cabeza. «¡Una más!», grita Springsteen animado. Y llega el momento más emotivo con «Tenth Avenue Freeze-Out». «Esta es una parte importante», dice antes de que la letra haga mención al Big Man, y todo se queda en silencio. La pantalla muestra imágenes de Clarence Clemons junto a Bruce Springsteen en distintas etapas y termina con un primer plano de la mirada del gran saxofonista. La sensación es extraña. Ha sido un concierto maravilloso pero se ha echado de menos al gigantón del saxo y a la otra mitad de la cubierta de Born to Run.

Aunque «Tenth Avenue Freeze-Out» parecía que iba a ser la última, al Boss todavía le quedaban ganas y terminó con la festiva «Twist & Shout» acompañado de nuevo de Southside Johnny. Un cartel entre el público decía «Bruce, relájate. Estoy muy mayor para un concierto de tres horas y cuarenta minutos». Pero a sus 62, Bruce Springsteen no parecía lo suficiente mayor para un espectáculo que será muy difícil de olvidar. Con el Boss, casi cuatro horas resultan pocas.

Nos veremos en La Cara Oculta del Rock…

Texto publicado en Efe Eme.

El ritmo, la furia y la energía de los Arctic Monkeys

Posted in Arctic Monkeys, Conciertos, Efe Eme with tags , , , on 28/01/2012 by Héctor Sánchez

Hace seis años que los Arctic Monkeys nos sorprendieron por primera vez. Aunque su último disco Suck It and See (2011), suponga un punto de madurez en su trayectoria, los Arctic Monkeys demostraron ayer en el Palacio de los Deportes de la Comunidad de Madrid que siguen cargados de la energía adolescente que les dio a conocer. Además, contaron con un telonero especial: Miles Kane. Las expectativas de escuchar temas de The Last Shadow Puppets fueron altas. ¿Las cumplieron?

Los británicos no dieron un minuto de tregua. Foto: ESTEFANÍA RUEDA

Es triste pero cierto. Muchas veces, el telonero no despierta el interés suficiente antes del concierto por el que el público ha pagado su entrada. Sin embargo, ayer no fue así. Los Arctic Monkeys contaban con un telonero especial y al que más que “artista invitado”, se le puede llamar “amigo”: Miles Kane. El hecho de que los Arctic Monkeys contaran con Kane para abrir boca hizo que una pregunta revoloteara en el ambiente durante el concierto: ¿tocará después con los Arctic? Esta pregunta planteaba otro interrogante: ¿tocarán canciones de The Last Shadows Puppets? Tuvimos que esperar para conocer las respuestas.

Con la habitual puntualidad británica que caracteriza a los ingleses, Miles Kane salió al escenario para preparar el terreno a lo que vendría después. Ataviado con una elegante camisa de leopardo, Kane tocó, casi al completo, su álbum debut Colour of the Trap (2011) con canciones como «Rearrange», «Quicksand» o «Come Closer». Además, realizó una versión inglesa del tema francés «Le Responsable» de Jacques Dutronc y presentó una canción nueva titulada «The First Of My Kind». El músico estuvo totalmente entregado y alternaba efusivamente el nombre de Madrid con la que parece ser su palabra favorita, o al menos la que más repetía: “fuck” “fucking” y todas sus variantes.

Miles Kane preparó un entrante delicioso antes de que los Arctic Monkeys sirvieran el plato fuerte. Kane abandonó el escenario mientras todos pensábamos «luego volverá». Media hora después, los Arctic Monkeys ya estaban calentando motores con «Don’t Sit Down ‘Cause I’ve Moved You Chair», el primer single de su cuarto álbum, el magnífico Suck It and See (2011), que ya habían presentado en España en la pasada edición del Festival Internacional de Benicassin. Los Arctic supieron equilibrar un repertorio dominado por temas de su último trabajo como «The Hellcat Spangled Shalalala», «Black Treacle» o «Library Pictures» con los clásicos de sus primeros dos primeros discos como «Teddy Picker». Su nuevo disco es excepcional, de eso no hay duda, pero la pista y las gradas rebosantes del Palacio de los Deportes enloquecimos cuando la banda tocó seguidas «Brianstorm», «The View From the Afternoon», con dedicación incluida, «está es para vosotros», dijo Alex Turner, y «I Bet You Look Good On The Dancefloor».

Todo el protagonismo de la noche se lo llevó Turner, que aunque no habló mucho se mostró muy agradecido y calificó al público como «maravilloso». El vocalista cada vez luce un “look” más rockero, vestido con una chupa de cuero y peinado con un tupé; atrás quedaron el flequillo y el peinado tipo Beatle. Alex Turner cedió la voz principal al batería Matt Helders, quien cantó la potente «Brick by Brick» al ritmo que machacaba su batería decorada de banderas británicas. Después, besó el bombo para demostrar que no es tan duro.

El público estaba entusiasmado pero al mismo tiempo estaba pendiente de la posible aparición de Miles Kane. Mientras, los Arctic tocaron la cara B, «Evil Twin», y siguieron con otras canciones como «This House Is A Circus», «Still Take You Home» y «Pretty Visitors», el único tema, junto con «Crying Lightning» que sonó de su tercer trabajo Humbug (2009). Uno de los momentos más emocionantes de la noche fue «She’s Thunderstorms», la canción con la que abren su último disco y que tiene todas las papeletas para convertirse en un clásico de la banda. «Do Me a Favour» precedió a «When The Sun Goes Down», de su primer álbum, Whatever People Say I Am, That’s What I’m Not (2006); una canción perfecta para cerrar ya que alterna a la faceta tranquila del grupo con el sonido duro al que nos tienen acostumbrados.

Los Arctic Monkeys abandonaron el escenario pero no se hicieron esperar para los bises. Los ingleses se marcharon y en menos de lo que dura un pestañeo ya habían vuelto al escenario. Apenas se hicieron de rogar, subieron con la misma velocidad con la que tocan sus estruendosas guitarras. «Suck It and See», el brillante tema pop que da título al álbum, precedió a la mejor canción de Favourite Worst Nightmare (2007), su segundo trabajo: «Fluorescent Adolescent». A continuación, Alex Turner presentó a su amigo Miles Kane y éste subió al escenario. ¡Por fin! Ahora todos estábamos esperando ansiosos que tocaran algún tema de The Last Shadow Puppets. ¿Tocarán «The Age of the Understatement»? ¿Será «Standing Next to Me»? ¡No! En lugar de eso, los músicos se despidieron con «505» y se fueron.

¿«505» con Miles Kane? Resultó decepcionante poder disfrutar de Turner y Kane en el mismo escenario y que no tocaran ninguna canción de su magnífico proyecto conjunto. Todas las expectativas de escuchar las geniales composiciones de The Last Shadow Puppets se desvanecieron. Aún queda la esperanza del ansiado segundo disco.

Dejando de lado el tándem Turner-Kane, los Arctic Monkeys ofrecieron un espectáculo sobrio en cuanto a la puesta en escena demostrando que no se necesita ningún artificio si se tiene un gran repertorio. Los británicos tocaron veinte canciones en apenas hora y media de concierto a un ritmo vertiginoso y dejando claro que, aunque Suck It and See es un trabajo más maduro respecto a sus discos anteriores, los Arctic Monkeys conservan el ritmo, la furia y la energía de siempre.

Nos veremos en La Cara Oculta del Rock…

Texto publicado en Efe Eme.

Fleet Foxes: Llegó la calma y el frío

Posted in Conciertos, Efe Eme, Fleet Foxes with tags , , , on 26/11/2011 by Héctor Sánchez

El plato fuerte del festival San Miguel Primavera Club, los Fleet Foxes, actuó ayer en la sala La Riviera. El grupo de Seattle presentó su segundo trabajo Helplessness Blues (2011), que sigue la estela serena de su álbum debut, en un escenario que no ayudó a la hora de transmitir el intimismo de su música.

El grupo de Seattle se mostró tímido con el público. Foto: ESTEFANÍA RUEDA

Al pensar en un concierto o en un festival es fácil que nuestra mente se llene de imágenes de una masa enfervorecida de gente dando saltos, levantando los brazos y agitando la cabeza como si actuaran bajo los efectos de un salvaje ritual. Sin embargo, cuando los Fleet Foxes aparecieron ayer sobre el escenario de La Riviera con una puntualidad británica, dieron las gracias a los asistentes y se lanzaron con «The Plains / Bitter Dancer», el público estaba manso, calmado, no había vorágine, todo era paz. También ayudaba el fondo de estrellas que se proyectaba detrás del grupo de Seattle.

El sexteto llegó para presentar su segundo disco, Helplessness Blues (2011), pero antes de dedicar un repertorio dominado por ese trabajo (y en el que faltó «Montezuma»), el grupo nos transportó a «Mykonos» y a Brighton con «English House», dos temas extraídos de su EP «Sun Giant» (2008). Tras estas dos canciones, «Battery Kinzie» fue muy bien acogida por el público pero al mismo tiempo se notó que la acústica de la sala no era tan buena como debería y cómo el sonido de las voces pasó un poco desapercibida.

Otro tema tranquilo, «Bedouin Dress», dio paso a «Sim Sala Bim», una canción con una batería potente y que sirvió  para que la banda animara al público con palmas. «Your Protector» no sólo fue la primera canción que tocaron de su álbum debut, Fleet Foxes (2008), sino que además confirmó que la sala y la acústica no les estaba haciendo ningún bien a un grupo como este. A pesar de esto, la banda consiguió que el público comenzara a bailar con su tema más popular, el ya clásico «White Winter Hymnal» y la canción más aplaudida del concierto. Los espectadores se fueron animando con «Ragged Wood» pero se calmaron de nuevo con la parte más tranquila del tema.

Entre «He Doesn’t Know Why» y «Lorelai», el grupo se dirigió al público con un escueto «¿qué tal?»; una de las pocas referencias hacia los espectadores. A continuación, los Fleet Foxes tocaron de un tirón «The Shrine / An Argument», con su peculiar solo de saxo; «Blue Spotted Tail», donde un energúmeno del público rompió el momento con unos gritos dignos de un orco de las minas de Moria; y «Grown Ocean», el último tema del disco. Con estas tres canciones, tocadas exactamente en el mismo orden dentro del álbum, el sexteto se despidió casi a la francesa. «Adiós». Y se fueron.

Tampoco se hicieron de rogar mucho para volver a subir al escenario. El sol se levantó en los bises con «Sun It Rises», pero se levantó a medias. ¿Por qué eliminaron el comienzo de la canción? ¿Por qué quitaron la mejor parte? ¿Dónde se dejaron las “rojas ardillas” con las que abrían su álbum homónimo? Una pena que fulminaran el comienzo genial del tema. «Blue Ridge Mountains» precedió a la última canción de la noche y que sirve de título del segundo disco, «Helplessness Blues». Los Fleet Foxes dieron las gracias y ahí sí que se fueron.

No interactuaron apenas con el público, no hubo presentación de los músicos, ni siquiera mostraron complicidad entre los miembros de la banda. El grupo de Seattle ofreció una imagen seca de cara a los espectadores, pero no seca como si fueran antipáticos, sino como si estuvieran cortados, fueran tímidos o les faltara un poco de fuerza.

Los Fleet Foxes son buenos músicos, sus álbumes y sus canciones demuestran que tienen mucho talento. Sin embargo, el directo no sirvió de lucimiento, las armonías vocales que tanto les caracterizan pasaron desapercibidas por una acústica que dejó mucho que desear y que no llegó por igual a toda la sala. La sala La Riviera no fue el lugar idóneo para aprovechar y sacar el máximo partido de la magia del grupo. Lástima. Podría haber sido un concierto muy emocionante. La sensación de calidez frente al frío que transmiten sus discos no se percibió en un recinto tan grande y caótico. Una actuación de un grupo como este exigía un escenario más reducido, más íntimo. Una sala más pequeña o, incluso, un teatro hubieran beneficiado a los Fleet Foxes. Quizá la próxima vez.

Nos veremos en La Cara Oculta del Rock…

Texto publicado en Efe Eme.

JD McPherson: Una explosión de rock & roll

Posted in Conciertos, Efe Eme, JD McPherson with tags , , , on 11/11/2011 by Héctor Sánchez

El sentido y el significado del rock & roll actual tienen nombre propio: JD McPherson. El músico presentó anoche su álbum Signs & Signifiers (2010) en la Sala El Sol de Madrid. Un espectáculo cargado de música capaz de transportarnos a los orígenes del rock con unos acordes de guitarra y una voz rasgada.

El músico de Oklahoma repasó su primer disco al completo. Foto: ESTEFANÍA RUEDA

Tupés, patillas y pantalones vaqueros con dobladillo. El ambiente de la sala El Sol de anoche podía pasar perfectamente por el de un diner estadounidense de los años cincuenta. La ocasión no era para menos, ya que JD McPherson comenzó ayer su gira española para la presentación de su primer disco en solitario, Signs & Signifiers (2010).

Después de casi media hora de retraso, el músico saltó al escenario empuñando su guitarra rosa y acompañado de Jimmy Sutton, al contrabajo, Alex Hall, a la batería, y Jonathan Doyle, al saxo. Sólo cuatro músicos, sólo cuatro instrumentos; un póquer de ases de rock & roll.

McPherson abrió su actuación con una declaración de intenciones, «Scandalous». Esa fue la sensación, un espectáculo escandalosamente bueno y vibrante. «Buenas noches, Madrid. ¿Habláis mi idioma?», preguntó el cantante. La respuesta fue unánime. El público hablaba su idioma, porque su idioma es el rock & roll, como demostró con la genial «Dimes For Nickels».

A continuación, el músico presentó al productor del disco. Jimmy Sutton, grande como músico y grande en altura, tuvo la oportunidad de lucirse con un solo de contrabajo antes de adentrarse en «Country Boy», la versión del tema de Tiny Kennedy. No fue la única versión de la noche, ya que el cuarteto también se atrevió con «Your Love (All That I’m Missing)», de The Bellfuries (tema incluido en el álbum); «I’m Just a Fool to Care», de Art Neville (una de las canciones preferidas de McPherson); «Farmer John», de The Premiers; «Carol», de Chuck Berry; y «You Don’t Love Me (You Don’t Care)», de Bo Diddley. Antes de tocar esta canción, Jimmy Sutton hizo una advertencia: JD McPherson se encontraba mal de la garganta. Después de preguntar si en la sala había algún fan de Bo Diddley, el propio Sutton se encargó de cantar el tema. The Starkweather Boys, el anterior grupo de JD McPherson, también tuvo un hueco en el repertorio con el tema «Abigail Blue».

Pero que estas versiones no confundan, el hilo conductor principal del concierto fueron los temas propios de Signs & Signifiers y, entre ellos, de vez en cuando, el vocalista se disculpaba por el estado de su voz echándole la culpa al aire acondicionado de los aviones. Después de «I Can’t Complain», McPherson preguntó: «¿Todo el mundo está feliz?». ¡Como para no estarlo ante semejante ritmo y talento! También recordó que el concierto de ayer fue su segunda actuación en España después de su visita el pasado verano al Screamin’ Festival de Pineda del Mar, y preguntó si entre el público había alguien que hubiera estado también en el festival. Los incondicionales gritaron.

Los músicos dieron un respiro con un tema más relajado, «A Gentle Awakening». En esta canción se echó de menos el piano, tal como se escucha en el álbum, pero el saxofón fue un buen sustituto.

En varias canciones, JD McPherson pidió la colaboración del público, pero en «B.G.M.OS.R.N.R.», apuntó directamente a sus seguidores con el micrófono para que así todo el mundo formara parte de su fiesta rocanrolera. La euforia continuó con «Fire Bug», uno de los temas más celebrados. El público enloqueció, se notaba en el ambiente; hasta Sutton se quedó en manga corta. Para cerrar el concierto, no podía faltar el tema homónimo que sirve de título al disco y «North Side Gal», la canción más popular del cantante, que dedicó a su público y con la que presentó a los miembros de la fantástica banda que le acompaña.

Pero aquí no quedó la cosa. A continuación, los músicos regresaron al pequeño escenario para regalarnos unas últimas canciones; entre ellas, la pegadiza «Scratching Circles» y su homenaje a Howlin’ Wolf, «Wolf Teeth», con la que concluyeron su fiesta de rock & roll con sabor cincuentero.

El problema de voz de McPherson habría pasado desapercibido si no se hubiera disculpado por ello. Si el concierto fue de sobresaliente estando así, con la voz al cien por cien habría sido de matrícula de honor. No se puede esperar otra cosa de una colección de buenas canciones interpretadas por cuatro músicos excepcionales.

Para rematar la noche y hacerla más redonda todavía, después de la actuación, Jimmy Sutton y JD McPherson bajaron del escenario y se acercaron a su público para firmar cds, vinilos y pósters. McPherson no sólo tuvo un bonito detalle con sus fans, sino que demostró ser un artista modesto, cercano, cariñoso y con los pies en el suelo. Así da gusto.

Nos veremos en El Cara Oculta del Rock…

Texto publicado en Efe Eme.

Kitty Daisy & Lewis: Nostalgia familiar

Posted in Conciertos, Efe Eme, Kitty Daisy & Lewis with tags , , , on 07/10/2011 by Héctor Sánchez

Después de sorprender con su álbum homónimo Kitty Daisy & Lewis (2008), plagado de versiones de temas clásicos, los hermanos Durham se animaron a componer sus propias canciones, y de ahí surgió su segundo disco Smoking in Heaven (2011). Ayer, la sala Joy Eslava sirvió de escenario para la presentación del nuevo trabajo de este trío adolescente que suena como si el tiempo se hubiera detenido hace seis décadas.

Los hermanos Durham se atreven con todos los instrumentos. Foto: ESTEFANÍA RUEDA

Compartir la habitación con un hermano puede resultar una experiencia tortuosa. Kitty, Daisy & Lewis son hermanos y, noche tras noche, comparten escenario e instrumentos.  Lo que podría ser una lucha por ver quién es el ojito derecho se convierte en un festival con sabor cincuentero repleto de buena música con aroma a rockabilly, country y blues.

Su espectáculo no es sólo un puñado de buenas canciones sino una coreografía en la que Kitty, Daisy & Lewis se van alternando la guitarra, la batería o el teclado. Todos tocan todo. Esa es la máxima de su actuación. Pero no están solos; papá y mamá flanquean a sus hijos adolescentes en el escenario: el señor Graeme Durham se encarga de la guitarra rítmica y la señora Ingrid baila con el contrabajo mientras lo toca descalza. Es como si la familia Durham nos invitara a un recital en el salón de su casa.

Con veinte minutos de retraso, los Durham salieron al escenario para abrir con el tema instrumental que da título a su segundo álbum, «Smoking in Heaven». Una dulce y distante Kitty a la armónica y un sereno Lewis a la guitarra contrastan con el carácter desbordante de Daisy, que parece perder los papeles mientras toca la batería y se mueve espasmódicamente, como si bailara a su propio ritmo. Pero no sólo lo hizo con la batería, sino que “aporreó” cualquier instrumento que cayera en sus manos.

Daisy, la mayor de los tres, fue la primera en coger el micrófono para cantar con «I’m Going Back». Después se lo cedió al mediano, Lewis, en «Don’t Make a Fool Out of Me» y el turno llegó para Kitty, la pequeña, con «Polly Put the Kettle On».

Después del maravilloso y pegadizo «Will I Ever», Kitty, Daisy & Lewis recibieron a un “invitado especial”. Ni sumando los años de los tres hermanos se podía alcanzar la edad del veterano trompetista “Tan Tan” Eddie Thornton. El vital trompetista, que parecía que saldría corriendo en cualquier momento, se sumó al escenario como si fuera otro miembro más de la familia y acompañó a los músicos en tres temas clave dentro del repertorio: la canción ska «Im So Sorry», la preciosa «(Baby) Hold Me Tight», en la que Daisy se encargó del xilófono, y «Tomorrow», con la que “Tan Tan” se despidió después de dar un respetuoso beso en la calva del padre.

«Messing with my life», una canción atípica con ritmo funky, y el clásico «Going Up the Contry», que hizo estallar al público, precedieron a Lewis, que volvió a ponerse al micro para deleitarnos como «I’m Coming Home» y «Say You’ll Be Mine». Si en ese momento cerramos los ojos, parece que lo que tenemos frente a nosotros es un experimentado y legendario bluesman más que un adolescente de barba incipiente.

Los chicos presentaron a sus padres y se fueron. Pero no tardarían en volver al escenario, esta vez con Daisy al acordeón, y Kitty y Lewis con sus respectivos banjos, para tocar un tema digno de una escena de persecución del oeste, «Hillbilly Music». Parecía que se despedirían con la instrumental «What Quid?», pero después de volver a abandonar el escenario, regresaron para concluir con «Mean Son Of a Gun». Y ahí terminó la fiesta con sabor retro después de una hora y veinte minutos de actuación. Como los buenos cafés, el concierto fue corto pero intenso.

Sus padres pueden sentirse orgullosos. Sus hijos tienen un talento desbordante,  respetan los turnos del micrófono y se ceden los instrumentos entre ellos como quien comparte sus juguetes, porque en el fondo todavía son unos niños. Eso sí, hay algo que no se comparte: la armónica de Kitty. Que nadie se la toque, sólo le pertenece a ella y por eso la guarda a buen recaudo en su estuche cada vez que no la utiliza.

Los chicos son ingleses y se nota que sus influencias son las mismas que las de los primeros grupos de la invasión británica, cuando éstos pretendían imitar a sus héroes americanos de blues y rhythm and blues. Salta a la vista que los Durham han crecido con esta cultura y se puede comprobar tanto en su música como en su forma de vestir. Acudir a un concierto de Kitty, Daisy & Lewis es como colarse en un agujero del tiempo y transportarse a otra época. Una época en la que la música sonaba al mismo tiempo que unas pequeñas motas de polvo dificultaban el paso de la aguja en los surcos de un disco de vinilo.

Nos veremos en La Cara Oculta del Rock…

Texto publicado en Efe Eme

Eli «Paperboy» Reed: prohibido sentarse

Posted in Conciertos, Eli "Paperboy" Reed with tags , , on 27/07/2011 by Héctor Sánchez

¿Pero cómo se puede ver un concierto de Eli “Paperboy” Reed sentado? El Teatro Lara no es precisamente el lugar ideal para celebrar un concierto de esta categoría. Las butacas parece que obligan a que el público permanezca encadenado a su asiento y sea difícil dejarse llevar por el ritmo del soul, y esa sensación de no saber si levantarse o quedarse de pie fue habitual a lo largo de la actuación.

Con media hora de retraso debido a la mala organización del evento, The True Loves subieron al escenario acompañados de sus instumentos pero sin el cantante. La banda comenzó a tocar una introducción que sirvió como declaración de intenciones del espectáculo de soul que acababa de comenzar y una demostración del enorme talento de los músicos. Mientras, el teclista ejerció de maestro de ceremonias y presentó a Eli “Paperboy” Reed. El soulman entró en escena vestido con un impecable traje, lejos de las chanclas con las que sorprendió ayer en la calle. Primer grito de Eli, comienza la magia.

El "soulman" y la sección de vientos de The True Loves. Foto: ESTEFANÍA RUEDA

La canción de apertura fue una gran sorpresa. ¿Puede un tema de Motörhead sonar soul? Con Eli “Paperboy” Reed es posible.  La dura «Ace of Spades» convertida en una versión funky dio paso a «I’m Wasting My Time», un tema que bien podía pasar perfectamente como clásico de la Stax, y a «Only Daddy That’ll Walk The Line», una versión de la canción country de Waylon Jennings. «Help Me» fue la primera canción de su último disco Come And Get It (2010), con ella, el chico de Massachussets recordó lo difícil que resulta estar alejado de su amor durante la gira y realizó el juego habitual de apuntar al público con el micrófono para obtener una respuesta.

Con «The Satisfier», el público comenzó a querer levantarse, pero ese sentimiento se disipó con la emotiva «Pick Your Battles». Sin embargo, las ganas de despegar el trasero se convirtieron en un hecho con «Stake Your Claim». «¿Queréis bailar?», preguntó Mr. Boom Boom y el Teatro Lara se convirtió en una fiesta con «Tell Me What I Wanna Hear» enlazada a «Walkin’ and Talkin’ (For My Baby)»; el público por fin se decidió a abandonar su sitio establecido y llenar cualquier hueco libre del pasillo del patio de butacas.

El cantanté esperó que un par de espectadores rezagados volvieran a sus asientos para otra lenta, «Just Like Me», también extraída de Come And Get It. Su trabajo más reciente tuvo mucho protagonismo con otras canciones como la maravillosa «Young Girl», «You Can Run On» (donde se convirtió en un predicador de una ceremonia de gospel) «Name Calling» (se echó de menos a las coristas) y la homónima y pegadiza «Come And Get It». Con su clásico «Take My Love With You», Eli y The True Loves abandonaron el escenario, pero no tardaron en salir para regalar en los bises «(Doin’ The) Boom Boom». El soulman ya se había desprendido de su americana y el público había abandonado definitivamente sus butacas. Es imposible disfrutar un concierto así sentado.

Mr. Boom Boom se quitó la americana. Foto: ESTEFANÍA RUEDA

La portentosa voz negra de este chico blanco evoca a los clásicos de la Atlantic. Recuerda a la energía de Otis Redding, la dulzura de Sam Cooke y el sudor de James Brown. ¡Qué chorro de voz! ¡Qué gritos! ¡Qué espectáculo! Lo suyo es soul con mayúsculas y su éxito ha crecido. Se lo merece, se lo ha ganado. El hecho de que su tercer álbum implique su salto a una productora gigante como EMI no ha conseguido que se le suba a la cabeza. De hecho pocos artistas cuidan y miman a su público como Eli “Paperboy” Reed. Tras su actuación, el cantante bajó del escenario para regalar autógrafos y hacerse fotos con sus seguidores, algo que ya había avisado durante su actuación. Una muestra de que Eli “Paperboy” Reed es tan buen soulman como persona.

Nos veremos en La Cara Oculta del Rock…

Eli «Paperboy» Reed, músico callejero por un día

Posted in Conciertos, Eli "Paperboy" Reed with tags , , on 26/07/2011 by Héctor Sánchez

Son las tres y media pasadas de la tarde. El infierno es más frío que las calles de Madrid en verano. En Arenal, una vecina baja de su casa para pedir a unos músicos que, por favor, se marchen de allí porque están despertando a su hijo. Los músicos, muy educadamente, se trasladan hasta la plaza de Ópera y la mujer se marcha tranquila a su casa. No sabe que acaba de echar de la calle a Eli “Paperboy” Reed, la voz más poderosa del soul actual.

La sensación general que se palpaba en el ambiente era de desconcierto. La gente se arremolinaba para disfrutar de una actuación sin saber quién era el artista que tenían delante. Pero más sorprendidos estaban aquellos que leyeron la convocatoria que Mr. Boom Boom realizó en su Twitter y se acercaron para comprobar que era cierta.

Eli “Paperboy” Reed se camuflaba ataviado con chanclas, pantalones cortos y gafas de sol, acompañado por el guitarrista  y el trompetista de The True Loves, Jesse Barnes y “Baby Jay” respectivamente, y con la funda de la guitarra abierta, como si de un músico callejero se tratara. El público les echaba monedas y cuando no lo hacía, ya se encargaba el trompetista de pasar un tupper. Pero no todo fueron monedas, un miembro de público les regaló unos vinilos y otros les invitaron a unas latas de cerveza. No importaba la intensa temperatura, no importaba cuántas cuerdas de guitarra se rompieran, el incombustible Eli “Paperboy” Reed ofreció más hora y media de espectáculo.

Eli "Paperboy" Reed, un "músico callejero" con un talento excepcional. Foto: HÉCTOR SÁNCHEZ

Los tres músicos hicieron un repaso de clásicos del blues y el soul como «Midnight Train», «Sweet Home Chicago» o «Mercy, mercy». El cantante, que se mostró muy sonriente y afable en todo momento, aceptaba peticiones. Eso sí, siempre que no fueran canciones propias; esas se las guarda para sus actuaciones de esta noche y mañana en el Teatro Lara.

El escenario improvisado de ayer fue un aperitivo estupendo, una manera ideal de ir abriendo boca para lo que nos espera esta noche.

Nos veremos en La Cara Oculta del Rock…